¡Qué refrescante es alejarse del oscuro pecado del hombre y contemplar la magnifica gracia de Dios! Hemos visto los terribles males de la falsa iglesia y el juicio divino sobre ella; ahora es nuestro placer considerar el glorioso futuro que está reservado para la verdadera esposa del Cordero.
Dios tiene sus propios maravillosos propósitos de gracia, formados en Su propio corazón antes de que el tiempo comenzase. Estos Él ciertamente los cumplirá para su propia gloria, y a pesar de todo el fracaso humano y la hostilidad de Satanás. Pero Él permite que el primer hombre muestre todo lo que él es. De este modo los pasados seis mil años han revelado una larga historia de pecado y vergüenza humana, sea en el mundo, Israel, o en la iglesia de Dios. Cuando la historia del hombre se haya narrado plenamente, Dios intervendrá, poniendo todo a un lado y cumpliendo Sus propios y eternos consejos en descanso y gloria. Esto es debido a Cristo, quien sufrió todo en esta escena para que Dios pudiese ser glorificado.
Prosiguiendo nuestro tema llamaremos primeramente la atención del lector a Efes. 5:25-32. Allí tenemos declarada la afección de Cristo por la iglesia. El apóstol en este lugar está dando exhortaciones prácticas a los santos en cuanto a su conducta en las diferentes relaciones de la vida. Pero él está lleno del gran tema que ha sido comisionado a desplegar en todas partes, que aun cuando estaba exhortando de esta manera no podía refrenarse de introducir a Cristo y la iglesia.
La esposa cristiana está obligada a considerar la posición de la iglesia con Cristo y dar una verdadera obediencia a su marido. El marido cristiano, por otra parte, es dirigido a mantener ante si las afecciones de Cristo por la iglesia como su modelo de conducta hacia su esposa. El Espíritu de Dios quiere guiarnos dentro de los pensamientos de Dios y mostrarnos modelos celestiales, para que estos puedan tener su debido efecto en nuestro andar diario sobre la tierra. ¡Pueda el espíritu del cielo entrar en nuestras variadas relaciones terrenales más y más!
El lector debe pesar bien delante del Señor la preciosa declaración del v.25: "Cristo amó a la iglesia y se entregó a si mismo por ella." Esta es una declaración más plena y profunda que aquella en Mt. 13:46, "fue y vendió todo lo que tenía y lo compró." Fue una cosa renunciar a todos Sus derechos como Hijo de David e Hijo del hombre, pero algo completamente distinto a poner Su propia vida. "Jacob sirvió siete años por Raquel, y estos le parecieron pocos días porque la amaba" (Gén. 29:20). Pero Cristo hizo más que servir. Él sufrió y sangró para que la iglesia pudiese ser Su posesión para siempre. ¿Hubo alguna vez un amor semejante a este? Pero no podía ser de otra manera. El pecado estaba en el camino. Y la gracia divina debía tener un fundamento justo, de modo que Él aceptó la cruz con todas su inexpresable agonía y vergüenza, para que cada justa demanda del trono de Dios pudiese ser satisfecha. Por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz y desprecio la vergüenza (Heb. 12:2). Ahora todas las barreras han sido quitadas, y Su gracia y amor fluyen rica y benditamente a todos los que creen en Su nombre.
Debe comprenderse de manera clara lo que la Escritura significa por "la iglesia" que Cristo de esta manera amó. Muchos tienen pensamientos vagos respecto a esto, teniendo la idea general que el término incluye a todos los salvados desde el comienzo hasta el fin del tiempo. A veces nos encontramos con esta frase, "la iglesia en tiempos judíos;" etc. Pero estamos firmemente persuadidos que este es un gran error. No encontramos mención de la iglesia en el A. Testamento. Allí encontramos a Dios tratando con una nación elegida, bendiciéndola de una manera terrenal en la tierra de Canaán. Los piadosos en medio de esa nación y otras partes aparecen como muchas unidades mirando a Dios en su propia fe individual, pero un esquema para formarlos en un cuerpo corporativo no aparece en ninguna parte. Cuando el Señor Jesús estuvo aquí en carne habló de la iglesia como una cosa futura que debía ser edificada sobre Él mismo, el Hijo del Dios viviente (Mt. 16:18). Claramente Él no consideró ésta como existiendo entonces en alguna forma. El nacimiento de la iglesia de Dios tuvo lugar en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió desde el cielo de acuerdo a la promesa del Señor Jesús (Hech.2)
Aun entonces el pleno carácter de la nueva compañía no fue revelado. Es cuestionable si alguno de los primeros cristianos sabían al comienzo en qué maravillosa escena de bendición celestial ellos había sido introducidos. Este despliegue estuvo reservado para Pablo_ uno nacido fuera de tiempo. A él, por revelación especial, le fue dado a conocer el consejo eterno de Dios con respecto a Cristo y la iglesia. Hasta aquí este había sido un secreto no revelado_ "oculto en Dios" (Efes.3). Entonces se dio a conocer que Dios estaba formando a los creyentes judíos y gentiles en un "nuevo hombre"_ para ser el cuerpo de Cristo, el Cabeza, y, como lo veremos brevemente, para ser Su esposa en el día de gloria.
Aquellos que vivieron y murieron antes de Pentecostés no forman parte de esto. Aquellos que seguirán a la iglesia en testimonio sobre la tierra serán una nueva compañía de santos, con una porción especial para ellos mismos. No es cuestión de méritos o de una piedad superior, sino de las propias intenciones soberanas de Dios. Si Él hubiese escogido guardar el mejor vino hasta ahora, nadie podría lamentarse o quejarse por ello; aun si Él hubiese visto adecuado proveer una cosa mejor para nosotros que para otras compañías de santos, ¿quién encontraría falta en ello? Si la porción, como el plato de Benjamín, es realmente cinco veces más que la de los otros, veamos esto para gozarlo, y no para esforzarnos para explicarlo o ponerlo a un lado (Gén. 43:34). Las dignidades del A. Testamento ciertamente encontrarán su lugar en el cielo para siempre (Heb. 11:16), pero no estarán en la misma relación con Cristo que los creyentes de la dispensación actual, aunque sus bendiciones, por supuesto, como las nuestras, estén fundamentadas sobre Su sangre. A través de Su gracia, todos los que son salvos ahora son llamados a un lugar de especial honor_ un carácter especial de bendición.
Cristo ha desplegado Su amor en el pasado, dándose a Si mismo por la iglesia. Su afección es probada en el presente por Su constante e incansable preocupación. Leemos, "para santificarla y purificarla por medio del lavamiento del agua por la palabra" (Efes. 5:26). Él aplica Su propia palabra en gracia hacia aquella que ha de ser Su compañera para siempre, para que sus pensamientos y deseos puedan ser formados de una manera conveniente a Él mismo; y para que ella pueda ser desligada de cada atracción que Satanás y el mundo le presenten. Él se pone a Si mismo y Su gloria constantemente ante el corazón de ella, de este modo ella no solo es alentada en el camino del desierto, sino que es también capaz de poner a un lado todo lo que es inconsistente con Aquel a quien se está dirigiendo. Este es el deseo y objeto de todos Sus actuales cuidados y atención. Él querría tener a Su amada iglesia celestial esperando prácticamente para ver Su rostro.
Tal es Su amor y gracia; pero ¿qué diremos en cuanto a la respuesta de nuestros corazones a esto? "Ser muy amado, y amar poco." No hemos sido todo lo que debiésemos ser para Cristo. La iglesia no se ha mantenido como una virgen pura para Cristo, sino que ha frivolizado con muchos amantes, para su propio daño y pérdida. Nada es tan penoso como un amor no correspondido. ¡Qué solemne es leer "tengo contra ti que has dejado tu primer amor"! (Apoc. 2:4). Confesemos nuestro fracaso. Reconozcamos sinceramente que no hemos apreciado y respondido al corazón de Cristo como deberíamos. En los días que aun quedan, antes que todo termine en gloria, cultivemos una sincera afección por Él. Esto solo puede ser en la medida que nos mantengamos cerca de Él y aprendamos los profundos secretos de Su maravilloso amor por nosotros.
El próximo paso es la presentación a Si mismo, y por esto esperamos: "a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha." (Efes. 5:27). Esto tiene lugar cuando Él desciende en los aires para recibir a Su esposa comprada con sangre. El último Adán debe tener una compañera en Su dominio, como también la tuvo el primer Adán. Ella se sentará con Él sobre Su trono, como Él ahora se sienta con el Padre sobre Su trono.
¡Qué transformación efectuará Su gracia en ese día! La iglesia entonces será gloriosa; cada miembro de ella llevará Su propia imagen celestial. Ninguna mancha ni arruga se verá. Cada pedazo de mundanalidad es una mancha sobre el vestido de la novia. Arruga es una señal de decaimiento. ¡Ay! Se ven muchas de estas cosas antes de que el gran apóstol de la iglesia fuese a su descanso. Él vio el amor declinando, el celo menguando, y al mundo deslizándose por todas partes. Pero la santa, y aun amante, mano del Señor Jesús quitará todo en ese día. Cada cosa que nos recordara el desierto, y fracaso, será borrada. La iglesia entonces será santa, no solo en naturaleza, sino en caminos. Ella también será sin defecto. En medio de mucho que entristece y desalienta ahora, ¡qué gozo y estimulante es contemplar esto! Después de mostrar que al hacer todo esto Cristo ama a la iglesia como a Si mismo, el apóstol termina diciendo: "grande es este misterio; y esto digo de Cristo y la iglesia" (Efes. 5:32)
Ahora nos volvemos a Apoc.19:1-10. Allí tenemos las bodas del Cordero. Debe observarse cuidadosamente que esta es una escena celestial preliminar a la aparición de Cristo con todos Sus santos. Esta escena es por tanto completamente distinta de aquella que se describe en el Sal.45. Allí tenemos al Mesías presente sobre la tierra con Su espada ceñida sobre Su muslo para subyugar a todos sus enemigos, y para establecer Su glorioso reino. A Su diestra está la reina vestida con oro de Ofir, pero no debemos ver a esta reina como siendo la iglesia de Dios. Esta es Israel, la asociada terrenal del Mesías, como la iglesia es la esposa celestial del Cordero. A Israel entonces se le dirá, "Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Desolada; sino que serás llamada Hefzi-bá, y tu tierra, Beula; porque el amor de Jehová estará en ti, y tu tierra será desposada. Pues como el joven se desposa con la virgen, se desposarán contigo tus hijos; y como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo." (Isa. 62:4,5). La afección mutua del Mesías e Israel se encuentra plenamente expresada en El Cantar de Salomón o Cantar de los Cantares.
Pero la asociación de la iglesia con el Cordero es celestial en su carácter; las bodas son puestas ante nosotros en Apoc.19. No consideramos esto como la presentación a Si mismo de la cual se habla en Efes.5:27. Esa es la primera cosa después de la reunión en los aires, y es completamente entre el Esposo y la esposa. Las bodas del Cordero es el evento público cuando todos los amigos del Esposo son llamados a compartir el gozo general.
Esto aparentemente sigue inmediatamente después del juicio de Babilonia la grande. Cuando la falsa mujer sea tratada, todo el cielo se llena de triunfo y alabanza. Mientras la tierra se lamenta por su destrucción, los atrios del cielo resuenan con aleluyas. Entonces se ve la verdadera esposa: "Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!
Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. "(Apoc. 19:6,7). Desde este punto no escuchamos más de los veinticuatro ancianos. Creemos que ellos representan a toda la compañía de santos celestiales, es decir, a los creyentes de los tiempos del A. Testamento y a la iglesia de Dios. Ahora que la esposa es manifestada como tal, el símbolo de ancianos es abandonado. Las diferentes clases de santos encuentran sus respectivos lugares, y desde entonces son mostrados en su relación particular con Cristo.
¡Qué momento de gozo será ese para Cristo y para nosotros! Él entonces verá el trabajo de Su alma y quedará satisfecho. Él verá, que no ha trabajado en vano ni gastado Su poder por nada. Su bendito corazón ansia por el tiempo cuando Él se rodee con todos aquellos por los cuales murió. Él no descansará hasta haber cumplido todo y nos tenga a todos en gloria en la casa del Padre. Contemplando las glorias futuras, somos inclinados a pensar principalmente en la bendición que entonces será nuestra. Pero pensemos en la parte de Cristo en esta materia. Este es el día de felicidad para Su corazón. Suya fue la aflicción y el dolor; Suyo será también la bendición y el gozo. Él es digno de todo esto.
Las bodas del Cordero no son descritas en detalle. Esto no estaría en acuerdo con el carácter general del libro de Apocalipsis. Unas pocas sentencias se escriben, pero eso es todo. Leemos, "porque su esposa se ha preparado." Esto no implica alguna suerte de aptitud humana, que no podría tener lugar en el cielo, sino simplemente (así pensamos) que ella se ha vestido con lo que la gracia divina ha provisto. De acuerdo a Sus riquezas en gloria todo es dado, para que la esposa celestial pueda ser encontrada como una compañera adecuada para el Cordero.
Pero aunque no hay tal cosa como una aptitud humana, la excelencia de los actos de los santos, realizados sobre la tierra a través de la graciosa operación del Espíritu Santo, se recuerdan en la fiesta de bodas. "Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos" (Apoc. 19:8). Cristo nunca olvidará las buenas obras de los Suyos. Sus ojos ven y Su mano anota cada pequeña reproducción de Si mismo, ya sea en el andar general o en servicio activo. Aun una copa de agua fría dada por Su causa será recordada arriba, un gran estimulo, ciertamente, para todos aquellos que realmente buscan el honor de Su nombre. En este sentido, estamos ahora llevando nuestros vestidos. ¡Solemne, aun así bendito, pensamiento para todos nosotros!
Hay invitados en las bodas. "Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios." (Apoc. 19:9) ¿Quiénes son estos? No ángeles, porque nunca se nos dice que ellos sean "llamados". El término es solo usado de objetos de la gracia redentora, de hombres. ¿No son estos los amigos del Esposo, como dijo Juan el bautista en su día? (Jn. 3:29) Heb.12:22-24 viene también al pensamiento. Allí tenemos diferentes compañías en "la Jerusalén celestial", y entre ellos "los espíritus de los justos hechos perfectos" como distintos de "la iglesia (o congregación) de los primogénitos." Estos son claramente los santos de la dispensación del A. Testamento. Ellos participarán en el gozo común del día de las bodas, aunque no estarán incluidos entre los millares que forman la esposa.
¿Debemos sorprendernos de que el ángel haya pensado necesario añadir, "estas son palabras verdaderas de Dios"? La gloria de la escena es maravillosa, las relaciones tan intimas, la bendición tan vasta, que el corazón necesita, como por decir así, ser asegurado que esta es realmente la intención de Dios, hacer todo esto nuestro. ¡Oh, que el pensamiento del futuro actué más poderosamente sobre nuestras vidas en el presente! Viendo que esperamos tales cosas, ¡qué clase de personas debiésemos ser en toda santa conducta y piedad!
Ahora pasamos a Apoc.21. Allí tenemos a la esposa mostrada bajo el símbolo de una ciudad_ la santa Jerusalén. Muchas figuras son tomadas prestadas de la descripción del profeta de la ciudad terrenal , y son aquí presentadas con un giro celestial por el Espíritu de Dios. Cada lector debiese observar cuidadosamente que este capitulo no describe el hogar de la esposa, sino a la esposa misma. Es necesario destacar esto, ya que muchos han leído estas brillantes expresiones como refiriéndose al cielo. Otros pueden sorprenderse de porqué tal símbolo sea usado de la esposa del Cordero. Debemos recordar que ella debe estar asociada con Él en todo Su gobierno futuro. Cuando Él administre el gobierno de la tierra, Su esposa compartirá Sus honores. Vista en conexión con la tierra, ella es puesta ante nosotros como una ciudad, radiante en gloria, e iluminada con la presencia divina.
¡Qué llena de significado son las palabras "la esposa del Cordero!" El título "Cordero" nos recuerda los sufrimientos y muerte del bendito Salvador. La iglesia es llamada a tener comunión con Sus sufrimientos durante el tiempo presente; y en consecuencia, participará en Su gloria. El sufriente viene ante la gloria. Recordemos esto. Esto puede ayudarnos en algunas de las circunstancias a través de las cuales podemos tener que pasar por causa de Su nombre.
Debiese observarse cuidadosamente en Apoc.21, que los vv.1-8 nos hablan de la eternidad, y que el v.9 nos lleva atrás a la condición de cosas milenial. Los vv. 1-8 siguen la descripción del gran trono blanco, que será establecido en el mismo tiempo del fin, cuando los cielos y la tierra presentes no existan más. El lenguaje de los versos claramente se refiere a una condición establecida para toda la eternidad, ya sea para los bendecidos o los perdidos. Pero los versos siguientes nos llevan atrás al estado relacionado con el tiempo. ¿La mención de las copas y plagas no prueban esto? Y si alguna otra confirmación fuese necesaria, referimos al lector a la mención de "naciones" "reyes" y "sanidad" (Apoc. 21:24-26; 22:2). Tales expresiones no podrían usarse si la condición eterna de las cosas estuviese siendo descrita. Apoc.21:9-22:5, no tenemos duda, muestran a la esposa en sus atavíos mileniales.
Para ver esta gloriosa visión, Juan fue llevado en el Espíritu a una grande y elevada montaña. Es bueno estar sobre las nieblas y nubes de este pobre mundo, para entrar en los pensamientos de Dios. El Espíritu de Dios se deleita en mostrar lo que la iglesia debe ser en el futuro, para que esto pueda tener poder sobre nuestras almas durante el presente. Fue una más hermosa vista la que fue mostrada a Juan que aquella cuando Moisés vio cuando estaba con Dios sobre las alturas de Pisga. Una escena es terrenal, la otra celestial; una pronto debía ser estropeada por los pecados del pueblo de Dios, la otra permanecerá para siempre con la perfección que Dios le ha dado.
Al describir la santa Jerusalén, el Espíritu usa varias y encantadoras figuras, todas llenas de significado. Nuestro especio no nos permite una detallado examen de todas ellas; nos contentaremos con hacer unos breves comentarios. Pero encomendamos sinceramente el estudio de este capitulo a todos aquellos que aman al Señor Jesucristo. Esto pagará ampliamente el estudio cuidadoso y paciente de esta porción de las Escrituras. El Espíritu de Dios aquí está mostrando las glorias con que la gracia divina investirá a la iglesia en un día futuro. ¿Qué más agradable o elevador estudio para nuestros corazones? ¿Qué más santificante en sus efectos?
Primero, se dice que ella tiene "la gloria de Dios." La esperanza ha dado lugar a la realización, la espera a la posesión. Por esto el Señor Jesús ha orado al Padre, y por esto nos regocijamos en esperanza. Entonces la iglesia será una perfecta dadora de luz. "Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal." (Apoc. 21:11)Su fulgor ha sido tristemente estropeado aquí. Ella ha permitido que el mundo y otras cosas se introdujeran entre ella y su Señor. Es solo cuando Él brilla sobre los Suyos que ellos son capaces de reflejar Su gloria ante los ojos de otros.
Después leemos de "Tenía un muro grande y alto". Esto nos sugiere la doble idea de separación y seguridad. ¡Ay! La iglesia no ha sido cuidadosa para excluir todo mal durante su permanencia en la tierra; pero en el estado glorificado "No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira" .Separación del mal será entonces perfectamente realizada. También, ¡qué seguridad habrá allí! No entrarán más ladrones, y el león rugiente no andará más buscando a quien devorar. Y, lo que es aun más bendito, ¡no habrá más malos corazones para extraviarnos!
Allí hay puertas, implicando comunicación con el mundo afuera. Los redimidos celestiales no guardarán para si mismos las bendiciones de Dios, sino que felizmente las dispensarán a todos alrededor. Hay ángeles en las puertas, pero para servir. Ellos están contentos con ser porteros en la ciudad celestial. No hay celo en sus corazones. Ellos conocen su lugar, y lo ocuparán para Dios; y pueden además admirar la gracia que ha llamado a los hombres redimidos a un lugar y relación incomparablemente más elevados. Dios es glorificado en todo ello, y eso es suficiente para ellos.
Las puertas llevan "y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel." Este hecho ha sido visto por algunos como mostrando que la esposa terrenal es contemplada en estos capítulos. Pero no hay necesidad de comprender de este modo la declaración. Los nombres sobre "las puertas" que, como hemos dicho, nos hablan de comunicación con el mundo fuera. Ahora, es claro que Dios administrará la parte terrenal de la herencia por medio de Israel. Consideramos esta conexión con la esposa celestial así: La última será el círculo interior del gobierno y en la más intima asociación con el Rey; Israel será el círculo exterior del gobierno, y estará en contacto directo con el pueblo de la tierra. Aun en el día actual las administraciones muestran estas diferencias; el gabinete es el círculo interior en conexión con el soberano, oficiales menores forman el círculo exterior que están en contacto directo con el pueblo.
El muro de la ciudad tiene doce fundamentos, y sobre ellos están inscritos "los nombres de los doce apóstoles del Cordero." Esto nos recuerda Efes.2:20. La iglesia es edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas. Ellos fueron los vasos inspirados por Dios para manifestar las verdades, más avanzadas que aquellas del A. Testamento, que son necesarias para la dispensación actual.
Cuando la ciudad fue medida con la vara de oro, su extensión, anchura y altura son iguales. Probada por la justicia divina no se detecta en ella ninguna desigualdad. ¡Qué diferente es ahora! A menudo vemos mucha desigualdad, sino sinuosidades, y esto causa pena a nuestros corazones. ¡Pero cuan completo será el cambio en ese día de gloria! La propia perfección de Cristo se verá por todas partes, para la delicia y admiración de todos. "El material de su muro era de jaspe," que nos habla de la gloria divina, aunque no de la Deidad (Apoc. 4:3); "pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio," _ la justicia divina se ve por todas partes; todas Sus excelencias serán manifestadas como nunca sobre la tierra.
Cada puerta era una perla. Esto nos recuerda la bien conocida parábola en Mt. 13:45,46. Desde cualquier punto de vista que la ciudad sea considerada, allí está el memorial del profundo amor de Cristo_ de ese amor que lo guió a inexpresables profundidades para que pudiésemos ser suyos para siempre. "La calle de la ciudad era de oro puro, transparente como el cristal." "la calle" es emblemática de comunicación. ¡Qué dulce y perfecta será con cada uno en la gloria! Nuestra comunicación es frecuentemente estropeada aquí, a causa de la falta de vigilancia de nuestros corazones. En gloria esto será de acuerdo a la justicia divina, agradable a Dios, y una delicia para nosotros.
No se veía templo en la ciudad, en contraste con la ciudad terrenal. La metrópolis de Israel poseerá una vez más el templo de Dios (Ezeq. 40-43); y esto fue una vez un privilegio y gozo. Pero esto no es para los santos celestiales, que deben gozar una cercanía a Dios especial para ellos, a través de la redención de Cristo. Ninguna parte de la ciudad celestial es más santa que otra; la presencia de Dios y del Cordero la llenará a través de todo.
Tampoco hay alguna necesidad de luz creada, porque la gloria de Dios está allí, y el Cordero es su lumbrera. El homenaje de los reyes de la tierra felizmente será llevado a la esposa del Cordero, y las naciones andarán en su luz reflejada. No solo eso, sino que del trono de Dios y del cordero, y a través de la ciudad, fluirá un río de bendición, para el beneficio de todos. Los glorificados serán eternamente fructíferos, y durante la edad milenial, ministrarán para la sanidad de las naciones. Las cicatrices de la creación serán removidas.
Estas son algunas de las glorias que nos esperan. Cada sentencia en Apoc. 21:22, es divinamente plena, y bendito sea Dios, divinamente verdadera. Su propia incomparable gracia hará todo esto una realidad en todos los Suyos, para la gloria de Cristo. Estas son las glorias y goces que nunca se desvanecerán. Es refrescante contemplar a la esposa en su condición eterna, después de considerar sus relaciones y conexiones mileniales. Cuando todas las cosas sean hechas nuevas, la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descendiendo de Dios, del cielo, preparada como una esposa adornada para su marido (Apoc.21:2). La frescura no ha desaparecido, el primer brillo del amor no se ha desvanecido. El perfecto amor del Esposo por ella, y su perfecto amor por Él, y eso para siempre.
Él está viniendo, viniendo por nosotros;
Pronto veremos Su luz a los lejos,
Sobre el oscuro horizonte levantándose,
Como la Estrella brillante de la mañana,
Alentando a todos los que velan,
Como la Estrella cuyos rayos
Anuncian la proximidad de la mañana
Justo antes de que el día amanezca.
¡Oh! Qué gozo, cuando la noche cuelga sobre nosotros,
Pensar en los rayos de la mañana;
Es dulce saber que Él viene por nosotros;
Pronto sobre lo alto escucharemos Su voz;
Muertos y vivos, resucitados y transformados,
En un abrir y cerrar de ojo
Seremos tomados juntos,
Para el encuentro en los aires;
Con gran voz el Señor, descendiendo,
Él mismo nos esperará allí.
¡Oh! Qué gozo en esa gran reunión,
El encuentro en los aires;
Es dulce saber que Él está viniendo por nosotros,
Llamándonos a unirnos a Él allí.
Él está viniendo como el Esposo
Viniendo para desplegar al final
El gran secreto de Su propósito,
Misterio de edades pasadas,
Y la esposa, a ella es concedido
En su belleza ahora brillar
Y como en éxtasis ella exclama,
Yo soy suya y Él es mío
¡Oh! Que gozo esa unión matrimonial
Misterio del amor divino;
Es dulce cantar en toda su plenitud,
Yo soy suya, y Él es mío."
W. W. FEREDAY
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