jueves, 25 de noviembre de 2010

EL FIN DE LA PRUEBA DEL HOMBRE

EL FIN DE LA PRUEBA DEL PRIMER

HOMBRE EN LA CRUZ, Y LAS

CONSECUENCIAS PARA EL CRISTIANO

"De este modo está escrito. El primer hombre vino a ser un alma viviente; el último Adán un espíritu vivificante. Pero lo que es espiritual no es primero, sino lo que es natural, después lo que es espiritual: el primer hombre es de la tierra, hecho del polvo; el segundo hombre del cielo" (1 Cor.15: 45-47).


EL FIN DEL PRIMER HOMBRE Y LA POSICIÓN CRISTIANA



La prueba del hombre en el Antiguo Testamento reveló lo que estaba en él, como estando en su posición en Adán y por lo tanto en responsabilidad. Esta manifestó su depravación. En Israel, la ley se dirigió al primer hombre (1 Cor.15:47) en un pueblo especialmente educado por Dios al ponerle en circunstancias favorables para ver si la bendición podría ser obtenida por medio de los esfuerzos humanos. La ley no se dirigió al hijo de Dios como tal. La ley no hizo distinción si estos bajo la ley eran hijos de Dios. Realmente, muchos no lo eran.  Israel como nación era una mezcla. Uno de los frutos de la muerte de Cristo fue poner fin a esa mezcla (Juan 11:51, 52). Proveyendo una base sobre la cual los hijos de Dios podrían formar una comunidad visible de salvados que dependían sobre el fin de su posición en el primer Adán, y su responsabilidad ligada a ello.  Adán ha comido del árbol del conocimiento del bien y del mal (responsabilidad) y no del árbol de la vida. Si un hombre guarda la ley perfectamente, él continuaría viviendo su vida natural, pero esto no es lo que la Escritura llama vida eterna.


        El primer hombre puso al Señor Jesús sobre la cruz, allí donde la posición del primer Adán, y bajo responsabilidad Adámica, llegó a un fin. Esta fue la coronación del acto del primer hombre al declararse el mismo perdido. De este modo Pablo, y nosotros también, podemos decir, "estoy crucificado con Cristo"  Yo, en responsabilidad en mi posición en Adán, el primer hombre, estoy crucificado con Cristo. Lo que soy conectado con el primer hombre es puesto a un lado en la cruz. ¿Cuál es mi responsabilidad ahora? Después de trazar la historia del fracaso del primer hombre, JND escribió:

        "Ahora, aunque el fundamento de la responsabilidad del hombre ha pasado en el sentido de haber fallado completamente bajo ésta. Cuando fue probado en cada forma posible, en cuanto a tratos morales con cada individuo, la responsabilidad está allí plenamente; y como individuo bajo tratos morales, un hombre tiene que ir a través de la historia del proceso de la responsabilidad y su fracaso; pero él va a través de esto para manifestar que está ya perdido. El tiene que probar la verdad del veredicto de Dios de que en el hombre no hay nada bueno; de manera que el resultado del principio de responsabilidad es para él encontrar que está perdido y arruinado, como el hombre que ha perdido todo su dinero por locas conductas. Es importante mantener la responsabilidad, pero el individuo es llevado a la conciencia que sobre ese fundamento todo está perdido para él.  El hombre está perdido. Hemos gastado todo y tenemos sólo deudas; Todo ha terminado para el primer hombre, y nada lo mejorará: él está perdido y arruinado; pero Cristo vino para salvar lo que se había perdido.

        Ahora el segundo hombre es establecido. Esto no es una restauración del primer hombre, sino la substitución por el Segundo. No hay mejora o corrección del primer hombre (aunque seamos prácticamente cambiados al venir a Cristo), pero los pecados del primer Adán son quitados; y segundo, el mismo árbol es cortado por las raíces para la fe. En la cruz vemos la responsabilidad satisfecha completamente; Cristo ha satisfecho todo el fracaso, el fruto del árbol de la responsabilidad, y ha glorificado a Dios al hacer esto. El hombre ha traído confusión; pero Cristo vino, satisfizo el caso, y limpió la escena, y triunfó sobre todo. Cuando vino, el carácter de Dios en cuanto a los hechos estaba comprometido, y no había escape. Si Él no hubiese salvado a nadie, sino echado fuera a todos como pecadores, esto habría sido justicia, pero no habría sido amor. Si hubiese pasado todo por alto, cuando el hombre era un pecador, y salvado a todos (el hombre podría llamar esto amor, pero que no habría sido amor Divino, porque Dios es santo), ¿Dónde habría estado la justicia? Pero Cristo vino. Bien, seguramente en la cruz hay justicia contra el pecado, como en ningún otro lugar, aún así allí está el infinito amor de Dios hacia pecadores.

        En Él, en Cristo, tengo los árboles del paraíso unidos, cumplidos en gracia, llevando nuestros pecados y quitándolos por medio del sacrificio de Sí mismo y viniendo a ser vida de acuerdo a la justicia. Soy llevado a descubrir lo que yo soy, y veo que Cristo ha muerto sobre la cruz y tomado todo esto sobre Si mismo. Cuando le veo _al Hijo de Dios _muriendo sobre la cruz, digo, si esta no es mi justicia _justicia contra el pecado _no sé lo que es justicia. ¿Pero por quien está muriendo Él? _por el pecador culpable. Bien, si esto no es amor, no sé lo que es este. Sobre la cruz encontramos cada atributo de Dios perfectamente mantenido _Su majestad, y verdad, como Su justicia y amor _cada demanda satisfecha, y Dios perfectamente glorificado en la Persona de Cristo, el Cordero de Dios. Él estuvo allí haciendo la expiación por el pecado para que el evangelio pueda ir a todo el mundo; y en cuanto a los creyentes, llevando sus pecados.  Todo es satisfecho allí, la responsabilidad del creyente cumplida, en cuanto a sus pecados, para que él pueda entrar sobre un nuevo fundamento de responsabilidad, aquel de hijo de Dios. El ha satisfecho plenamente, todo el fruto y consecuencias del hombre habiendo comido del árbol y todos los pecados del creyente (su responsabilidad). Esto, de momento, no toca  la responsabilidad del creyente hacia Cristo o Dios como un creyente en Cristo; porque esta es de un nuevo orden, y se manifiesta sobre un nuevo y diferente fundamento.

        Pero en la cruz el carácter de Dios no sólo es mantenido sino plenamente glorificado por la muerte de Cristo en la perfecta puesta a un lado del pecado y de todo lo que pertenecía al primer hombre. Nosotros, por tanto, como creyentes, estamos crucificados con Cristo; no estamos en la carne sino en Cristo. Estamos muertos a la condición en la cual estábamos como hijos de Adán, ahora estamos en una posición completamente nueva; en Cristo somos hijos de Dios. Todo lo que hemos sido ha sido encontrado en la cruz, y una nueva vida se nos ha dado, de manera que no estamos más en el primer Adán sino en el Segundo. Los frutos del primero han sido quitados, y el mismo árbol es cortado por las raíces para nuestra fe; hemos muerto con Cristo, crucificados con Él. La responsabilidad ha sido satisfecha por expiación, y Él mismo es la vida eterna; de manera que los dos árboles del paraíso son plenamente reconciliados...

        Tenemos de este modo los dos árboles del huerto en gracia _el árbol de la vida, y aquel de la responsabilidad. Bajo la ley fue la responsabilidad primero, y después la vida. En gracia, es primero la vida, después la responsabilidad.

        No sólo mis pecados han sido quitados, sino que yo y todo lo que me pertenece  ha sido sepultado en la muerte de Cristo; el "yo" sumergido en Él para vida, como está escrito, "No yo, sino Cristo en mí". Y la vida que ahora vivo está en Aquel que ha resucitado. Él resucitó, y está ahora sentado en gloria en virtud de lo que hizo como hombre, y ha enviado el Espíritu Santo para unirnos a Él como Cabeza (habiendo tomado este lugar como hombre en el cielo) creyentes como miembros de Su cuerpo, y para revelar todos los consejos acerca de nosotros antes de que el mundo fuese; esta es la Iglesia. El cristiano está unido a Cristo, donde Él está ahora, estamos sentados allí, y bendecidos con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Él. El Cabeza está allí, y nosotros, los miembros, somos, por el Espíritu Santo, unidos a Él.

        Ahora viene la responsabilidad del cristiano. La verdadera responsabilidad fluye desde el lugar en el cual estamos _no como teniendo que obtener aquel lugar, sino como estando en este. Viendo nuestro lugar podemos aprender cuales son nuestras responsabilidades: Ustedes no son responsables hacia mí como hijos o siervos, porque no son ni mis hijos, tampoco mis siervos. Si lo fuesen, sus deberes y responsabilidades fluirían de ser esto. Ustedes han fallado como hijos de Adán; y ahora si es un creyente, Dios dice que es un hijo. Bien, ahora, veamos si ustedes están andando como hijos de Dios y coherederos con Cristo,  dejados en este mundo para mostrar los caracteres de tales. Somos la epístola de Cristo, y debemos de velar por ser una buena, conocida y manifiesta a todos los hombres. Cristo debe ser visto en nosotros para quien vea pueda leer.

        Si ustedes están en Cristo, Cristo está en ustedes; y nuestro lugar es uno arreglado, establecido. Cristo está ante Dios por nosotros, y nosotros estamos ante el mundo por Cristo. Lo que es puesto sobre nosotros no es responsabilidad ante Dios como hijos de Adán, sino como hijos de Dios. Yo no estoy en la carne, sino en el Espíritu, y la vida de Jesús debe ser manifestada en nuestros cuerpos mortales. Esta es nuestra responsabilidad, y es una cosa individual. Verán que lo individual siempre es puesto en primer lugar en las Escrituras, porque lo individual debe ser puesto justamente antes de que pueda haber una Iglesia. La epístola a los Romanos trata con el individuo, como lo hace también el primer capítulo de la epístola a los Efesios, hasta que llegamos a  los últimos versículos.  Siempre tenemos la verdad manifestada para el individuo antes que las bendiciones corporativas sean desplegadas o las responsabilidades indicadas. Somos salvados por Cristo individualmente y reconocidos como hermanos.

        Esto guía a las responsabilidades con Cristo y con cada uno de los miembros de su cuerpo. Nuestras relaciones con el Padre es la de hijos; nuestras relaciones con Cristo, primero, es que Él no se avergüenza de llamarnos hermanos, y después como miembros de Su cuerpo, y bautizados en  un cuerpo por el Espíritu Santo. Este es el efecto de la obra de Dios, somos creados para buenas obras, que Dios ha ordenado de antemano para nosotros. El fundamento sobre el cual estamos es aquel de nuestras obras; Cristo permaneció sobre ese fundamento una vez por nosotros, si lo hubiésemos hecho nosotros estaríamos perdidos. Estamos sobre el fundamento de la obra de Cristo y somos salvos, y el Espíritu Santo ha venido para unirnos a Cristo como sus miembros; y el que se une al Señor es un espíritu con Él.

        Este (ser unido a Cristo como sus miembros) manifiesta lo que es la Iglesia de Dios. El Espíritu Santo nunca vino a la tierra (a morar) antes de eso (unión debía ser efectuada), aunque fue el agente inmediato, directo de todas las obras de Dios. Toda acción directa desde la creación hacia adelante es o ha sido por el Espíritu Santo; Él es el agente directo, pero como tal nunca vino hasta Pentecostés....

        Encontramos antes (de la muerte de Cristo) (en Deut. 32:43) palabras como "Alegraos ustedes Gentiles, con su pueblo"; pero (en el Antiguo Testamento), está este pueblo. La nacionalidad es mantenida, y los gentiles mantenidos distintos al pueblo. Los judíos son el pueblo que tiene las promesas; pero Aquel en quien todas las promesas se centran vino, y ellos lo rechazaron y crucificaron; de manera que ellos ahora deben venir sobre el fundamento de misericordia como cualquier pobre gentil. No hay diferencia, porque todos han pecado. Dios cumplió su promesa, pero los judíos rechazaron el cumplimiento de ésta. De manera que la muralla intermedia de separación podía ahora ser derribada, porque ambos venían ahora sobre la misma misericordia. Toda nacionalidad ahora es perdida en Cristo. Él está ahora sentado en la gloria como hombre, y el Espíritu Santo a quien Él ha enviado  nos une a Cristo. La distinción entre judíos y gentiles es abolida, y la Iglesia es lugar de morada del Espíritu Santo. Si usted hubiese tenido una mención de la Iglesia en el Antiguo Testamento, el Judaísmo habría terminado. La Iglesia es un cuerpo celestial, teniendo a su Cabeza en los cielos.

        Ahora, si usted se apropia de las promesas del Antiguo Testamento y las aplica a la Iglesia, usted desciende del cielo a la tierra, y saca a Israel  del sitio que Dios en Su soberanía ha dado a Su pueblo escogido. Individualmente podemos encontrar mucho confort para nuestros corazones e instrucción también, en los tratos de Dios con Israel; pero (además de las grandes verdades de la naturaleza de Dios), lo que les ocurrió a ellos les sucedió como tipos, ejemplos, y están escritos para nuestra enseñanza, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Vea, por instancia, Deut. 8: 2-4, que es la historia de los tratos de Dios con ellos en el desierto. Así nosotros también, en un sentido espiritual, somos puestos en el desierto, para aprender la preocupación de Dios sobre nosotros y de nuestra continua dependencia de Él para cada necesidad y cada paso en el camino. Estamos en el desierto, y necesitamos aprender a conocer a Dios, el Dios del desierto. Somos dejados aquí para encontrar y aprender lo que somos y lo que es Él, y tenemos los mismos principios para guiarnos que guiaron a Israel en sus viajes.

        Siendo hijos de Dios, nuestra casa es la Casa del Padre, y Cristo ha ido a preparar lugar allí. Esto nos guía de una vez a la venida de Cristo, no como una materia de profecía, sino para nosotros, como Él dijo, "Y si yo me fuere y preparo lugar para vosotros, vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo, para que donde Yo estoy, ustedes estén conmigo" (Juan 14). Esto no es profecía, la que trata con el gobierno de este mundo, y está conectada con los judíos quienes son el centro de la profecía. Estamos identificados con Cristo, y estamos en los consejos de Dios desde antes de que el mundo fuese, y no somos del mundo. Él ha prometido volver y ponernos en nuestro justo lugar al lado de Si mismo; y cuando la profecía se cumpla estaremos con el Señor. Estamos en lugares celestiales en Cristo.  Y nuestro conflicto está allí ahora; "Nuestra lucha es... contra maldades espirituales en lugares celestiales".




EL CRISTIANO ES LLAMADO,
PERO NO CON REGLA GUBERNAMENTAL

Consideramos que el llamado de Abraham tuvo dos aspectos, uno nacional y otro individual. Uno es para "lugares terrenales" para hablar de este modo y otro celestial.  El llamamiento cristiano es completamente celestial. Ni la Iglesia ni el cristiano tienen el poder gubernamental encomendado. El cristiano se encuentra  en un paréntesis celestial estando sentado en lugares celestiales, en Cristo Jesús, durante el paréntesis más amplio Gentil de juicio sobre Israel, los tiempos de los Gentiles. Estos tiempos seguirán su curso hasta que sea terminado por la piedra no cortada con mano que cae sobre los pies de la imagen (Daniel 2). El imperio gentil está en las manos de aquellos a quienes Dios ha transferido éste, cuando Jerusalén cayó en manos de Nabucodonosor. Dios no ha llamado a los cristianos a tomar este poder, o a infiltrarse en éste. Las epístolas nos dicen  y enseñan que debemos estar sujetos y mantener una buena conciencia dirigida por la Palabra de Dios. Buscar el poder gubernamental, unido con el llamamiento, es, por tanto, judaizar.  Se ha observado largamente que quienes buscan el poder gubernamental ahora, especialmente Post-Milenialistas, buscan su modelo en la Palabra de Jehová a Israel en el Antiguo Testamento y acusan a los "dispensacionalistas" de judaizar.

        El siguiente extracto anónimo es consistente con las enseñanzas de JND y resume mucho de lo que él enseñó sobre las relaciones del cristiano hacia el poder  gentil. Este es consistente con comentarios que él ha hecho sobre este sujeto.


EL LLAMADO FUERA DE LA TIERRA
"En medio del aumento y la creciente corrupción de toda la escena alrededor de nosotros, y de la amenaza de la disolución de todas las ellas, es importante considerar con simplicidad y claridad el carácter de nuestro llamamiento.

        El llamado de Dios fuera de la tierra, y la aserción del título y derecho de Dios hacia la tierra, son cosas que difieren grandemente, y debiese ser moral y prácticamente distinguido por los santos.

        El llamado de Dios proviene del principio de que Dios mismo está fuera de la tierra, y que no está buscando ésta (haciendo valer Sus derechos sobre ella). La tierra, por tanto, por este llamado, es dejada como está.  Porque ésta es extranjera a los propósitos de Dios.

        Este llamado de Dios fuera de la tierra fue exhibido en la familia de Set, antes del diluvio. La familia de Caín estaba en posesión de la tierra, y Set no interfiere con ellos. Todo lo que él y su generación deben hacer sobre esta es invocar el Nombre del Señor (no grabar, como Caín, su propio nombre aquí _Gén.4: 7),  y entonces  colocar sus cuerpos en ella.

        Así esto fue exhibido después en Abraham. El llamado de Dios.  Pero tal llamado deja a los Cananeos sin rival. Él no contiende con los pastores de la tierra. Él no disputa su derecho como señores de la tierra. Él desea sólo levantar su tienda sobre la faz de la  tierra. Y poner sus huesos  en las entrañas de ésta.

        Y así la Iglesia o familia celestial de esta dispensación, su llamado deja a los Gentiles en poder. La Iglesia no tiene nada que decir a "los poderes que son" sino obedecer, y sufrir pacientemente, conforme a la demanda hecha por los poderes cuando envuelve su sumisión a Cristo.

        Esto determina de una vez nuestros deberes. Nosotros debemos dar a los poderes establecidos lo que les es debido,  de ninguna manera  buscar perturbarlos, conociendo también que si aún ellos mismos se conducen injustamente, no hemos sido constituidos sus jueces.

        Pero el carácter de nuestro servicio es de igual manera determinado por este llamado de Dios. Servicio a Dios en este verdadero carácter está faltando, si este no indica que Él no está ahora haciendo valer Sus derechos sobre la tierra; o, en otras palabras, nuestro servicio a Cristo debe ser  como el de Cristo rechazado. Porque Él es tal todo el tiempo que está en "el país lejano". El grito le ha seguido a Él desde la tierra "No queremos que este reine sobre nosotros" (Luc.19). Ellos le sirven en el paciente sentido de Su rechazo todo el tiempo, y "no se avergüenzan de sus cadenas".

        De igual manera, además, esto determina  lo que nuestros hábitos deberían ser. Estos deben decir que la tierra no es nuestro lugar, como nuestros servicios que éste no es el lugar de nuestro Señor.

        Esto presenta una santa y seria advertencia para nuestras almas.

        Nuestro llamado no nos conecta con la tierra. Nuestras necesidades lo hacen, es verdad. Necesitamos el fruto de la tierra, el trabajo de las manos, y  la habilidad del corazón, para proveer las cosas necesarias para el cuerpo. Nuestras necesidades, de este modo, nos conectan con la tierra, y podemos atender a estas para suplir tales necesidades. Pero nuestro llamado no nos conecta con ésta, sino que más bien nos separa de ella.

        Enlazar la Iglesia y la tierra es actuar sobre y conforme a principios apóstatas. Desear cambiar el carácter o condición  de Cristo en el mundo, o de servirle salvo como el rechazado, este no es un servicio rendido con discernimiento espiritual.

        Estas cosas las conocemos bien y son admitidas fácilmente. Pero si rehusamos ligar la Iglesia con el mundo, ¿Estamos diariamente vigilando rehusar enlazar el corazón con éste, las esperanzas y, los cálculos del pensamiento con éste? ¿Es fácil ver la Iglesia ahora sobre la víspera de perder el mundo, y ver esto sin lamentar, es de igual manera fácil ver nuestros intereses perdiendo esto, y perdiendo la distinción de nuestro nombre? Tal fue Pablo; él no reinaría como rey todavía; pero él ha aprendido a tener abundancia y necesidad.

        En los tratos de Dios con Israel, hubo una aserción de este título a la tierra. Josué vino dentro de la posesión de los Gentiles y tomaron con él "el arca del Señor de toda la tierra" para que su espada pueda hacer a esta tierra la posesión del Señor y de su pueblo. Pero Pablo vino dentro de las posesiones de los judíos y gentiles, para no perturbar su tenencia u ocupación de algo allí, para sacar de ellos un pueblo para Dios, ligar las almas con la Piedra desechada, y enseñarles que sus bendiciones son espirituales y celestiales.

        De este modo, de acuerdo a la enseñanza del Señor. Vemos las dos parábolas en Lucas 19 y 20. Al establecer allí a Israel, el Señor les dio una viña, una porción de la tierra, y les encomendó labrarla para Él, dándole  lo debido como el Señor de la tierra. Al establecer a los santos de esta edad, les dio talentos, tales dones y oportunidades de servicio convenientes  al hecho de Su ausencia y rechazo por el mundo, no teniendo reino aquí hasta que Él retorne.

        Prácticamente olvidar tales distinciones, o  actuar sobre el principio de que la Iglesia es el instrumento para hacer valer sus demandas sobre la tierra, es apostatar de su llamamiento  de Dios.

        En Su ministerio el Señor estaba juzgando a Satanás, pero rehusando juzgar al pecador. Y, conforme  a esto, al fin de Su ministerio, dice a Pedro que tomase su espada, y a Pilato, que sus siervos no podían pelear.

        El camino de Sus santos es conforme a todo esto. Ellos deben juzgar moral o espiritualmente (manchas dentro de si mismos), pero no contender acerca de intereses del mundo. El apóstol los condena por no hacer lo uno y por hacer lo otro (1 Cor.5: 6), con esta diferencia _su deber en la primera materia es perentorio (1 Cor.5), su camino en el segundo es dejado más a su medida de gracia (1 Cor.6). De acuerdo a esto también el apóstol nos dice que nuestras armas no son carnales sino espirituales, nuestra guerra no es con carne y sangre, sino con huestes espirituales de maldad (2 Cor.10 y Efes.6). Somos real y espiritualmente derrotados, cuando peleamos carnalmente; porque el diablo ha levantado en nosotros  ese temperamento que nos ha enviado a la lucha carnal".

        En acuerdo con estas cosas, observe que la ley no es la regla de vida.  No es que la ley ha muerto, sino que es el cristiano que lo está. Tampoco el Señor vicariamente cumplió la ley.  La ley de Moisés, supone que el primer hombre está bajo prueba. Es Cristo quien es la regla de vida del cristiano. Esta está conectada con la nueva creación (Gál.6:15-16). El hombre de Romanos 7, quien tiene al "hombre interior" está bajo el principio de la ley en su conciencia, concerniente a su lugar ante Dios. Esto puede tomar la forma de la ley de Moisés. Cuando él llega al fin de sí mismo, realizando su esclavitud, clama por libertad (Rom.7:24) por mirar a uno fuera de si mismo. Él entonces viene  bajo una nueva ley (Rom.8:2) la consecuencia de lo que es "estar en Cristo". Cristianos están bajo "la ley de Cristo" (Gál.6:2).

        "Porque en Cristo Jesús no hay circuncisión ni incircuncisión; sino una nueva creación.  Para los que andan de acuerdo a esta regla, paz sobre ellos y misericordia, y sobre el Israel de Dios" (Gál.6:15-16).

"El Israel de Dios" representa a los creyentes judíos. Ellos, y sólo ellos son los verdaderos judíos, exterior e interiormente (Rom.2:17-29). Además de eso, ellos son también miembros del cuerpo de Cristo. Además, ellos, como los creyentes gentiles, responden espiritualmente  al significado de la circuncisión (Fil.3:3).



                                                                      R. Huebner



 

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